09 May, 2024
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Roberto Damiani es la entrevista salvaje de junio

Roberto Damiani: el primer shaper de Uruguay

Esta es una entrevista difícil. Tengo el problema que conozco y aprecio mucho al entrevistado. Por un lado es una ventaja, porque cuento con más información para las preguntas, para preparar el terreno, tengo más confianza para hablar de determinados temas… Pero por el otro lado me pesa un poco la responsabilidad de retratarlo tal cual es, tal cual lo conozco, y de tratar de no dejar nada afuera. Entonces, mientras tecleo estas palabras, me doy cuenta de que esto va a ser una entrevista aún más difícil.

 

Roberto en José Ignacio. Foto: Marina Damiani

 

 

Por ejemplo, de esta entrevista van a quedar afuera las millones de anécdotas sobre los viajes que ha hecho y los personajes que ha conocido. Tampoco surge de sus respuestas que es un excelente fotógrafo y mejor pintor (arte que a menudo se puede ver en el fondo de sus tablas, pero también en sus cuadros), o que es un voraz lector y un creativo escritor. Pero, además del polifacético entrevistado, hay mucho para abarcar: son más de 40 años de surf en la memoria y casi 4.000 shapes en las manos, donde cada tabla tiene su propia historia. Por esto y por razones de espacio me vi obligado a hacer foco en la historia, tanto de la persona como del shape y del surfing en nuestro país; todas caras de una misma moneda.

 

Roberto, tabloneando en Jaureguiberry.  Foto: Silvio Benvenutto

 

Pensando en esa historia del surf que mencionaba, hay veces que me pregunto lo difícil que debe ser para alguien que vivió el nacimiento del surfing en nuestro país, (cuando el censo surfero contaba menos de 30 personas y eran todos conocidos, cuando se estaban recién descubriendo los picos y surfeabas sólo en todos, cuando no había pronósticos o trajes de neopreno) tener que surfear en estos días que todo es tan diferente, con internet que te asegura la ola y el crowd, con 50 personas en cada pico y con casi todas las olas del país mapeadas. ¿Aquellas personas seguirán sintiendo lo mismo por el surfing, a pesar de que ahora es algo tan diferente? Esa pregunta no va a estar en esta entrevista. Hay días que tengo ganas de preguntárselo a Roberto, pero después lo veo agarrar una ola, y a la vuelta me doy cuenta… La chispa todavía sigue ahí.

 

«Documento histórico de la primera tribu surfista: están casi todos los Uwaris. La Paloma, febrero 1972. Foto de Ariel Gonzalez. A la izquierda estoy con mi shape No. 22, que luego fuera la primera tabla corta de Willy (despues le shapeé algunas más), siguen Corcho Garabelli (echado) con la primera twin fin, Alex Castillo y El Flaco (Juan Carlos) Salvo con shapes anteriores», cuenta Roberto.

 

 

Especial para Salvaje
Por Javier Romagnoli

 

Contanos un poco, ¿cómo fue tu primer contacto con el surf?

El primer contacto en vivo fue en la playa Santa Mónica de California, en el verano del 63. Cuando conocí el Pacífico, lo primero que vi fue un tipo caminando una ola al costado del antiguo Pacific Ocean Park, y enseguida varios más en el agua. Por suerte estaba con una filmadora, así que esa primera imagen se mantiene intacta.

¿Cómo surgió el empezar a shapear?

Eso ya fue aquí en Uruguay. A fines de los 60 no era fácil conseguir una tabla y por sugerencia del profe Ariel Gonzalez decidí hacerla yo mismo. Hice esa, después otras para el resto de la barra, y así seguí.

Si bien has aclarado que el primer shaper de Uruguay fue Vispo, ¿se podría decir que vos fuiste el primer shaper profesional de nuestro país?

Se puede decir tranquilamente, no sé de otro que largara todo antes de enero de 1970 y cambiara sus planes de futuro para tratar de vivir exclusivamente de las tablas. No es que haya dicho: “Tá, ahora voy a ser shaper”, porque no existía el vivir de shapear. Hasta donde sé, creo que cuando Homero me contrató exclusivamente para shapear en Brasil, en el invierno del 73, estaba inaugurando la era del shaper profesional aquí en el sur.

Hay que tener en cuenta que shaper y fabricante de tablas son dos cosas, aunque pueden ser una sola persona. Un shaper tal vez solo hace el shape (o no) y el fabricante puede o no ser shaper. El fabricante tal vez ni siquiera toque una tabla y sólo toque la plata de la venta, como está pasando últimamente.

 

«Esta es del año 1967 frente al muelle de Las Toscas, Alex Castillo y yo con la tabla de madera que le «shapeara» su padre carpintero, que hoy pasaría por una alaia pero en aquel entonces usábamos de skimboard, el primero de una larga serie».

 

¿Cómo era surfear y como era el ambiente del surfing en aquellas primeras épocas?

Todo era nuevo, desconocido, todo estaba por descubrir todavía. Se hablaba de olas fabulosas en playas remotas de Uruguay como La Paloma o Santa Teresa, y los que no las conocíamos teníamos que imaginarlas por relatos que se iban agrandando. Y luego llegar por primera vez era indescriptible. Hay que pensar lo que jugaba la imaginación, ya que no se veían fotos ni mucho menos videos de las olas (no existía el video). No era fácil viajar, nadie tenía auto. La primera vez que fui a La Paloma me largué a dedo y tardé dos días en llegar. Una vez me fui en una vieja Vespa prestada, con la tabla y las cacharpas de acampar, y a 40 kms de Rocha se quedó sin nafta. Y antes sí que no pasaba nadie.

Y en el ambiente nos conocíamos todos, hasta las tablas tenían nombre. Desde lejos se podía saber quien estaba en el agua por el estilo de andar y hasta de caer.

Una vez escuché al Canario Vázquez decir que el surfing moderno en Uruguay empezó con Roberto Damiani en Las Toscas. ¿Qué opinas de esto?

Que no le voy a llevar la contra, pero hubo una serie de motivos para que se diera así; éramos el único grupo de surfistas además del de Montevideo, sólo que teníamos olas más seguido y mejores en el muelle y la boca del Solís Chico, además me estaba dedicando a shapear y surfear lo más posible y me pasaba el día en el agua practicando. Y lo más importante: empecé justo en el momento de la “revolución de la tabla corta”, cuando en todo el mundo se serruchaban los tablones para intentar las nuevas maniobras que habían impuesto los australianos. Mi primera tabla era más corta y liviana que las demás (¡8 pies x 7 kilos!). Luego las que siguieron fueron más cortas y ágiles, y así, en poco tiempo, los Uwaris usaban tablas de menos de 6 pies antes que el resto.

Hubo un tiempo en que los “pichones” de Montevideo (los novatos en la jerga de Vispo) se venían a surfear con nosotros para aprender. Y en el agua el ambiente casi siempre era un jolgorio corrido. Nos alentábamos, imitábamos las maniobras que salían bien y nos corregíamos mutuamente las que no. Se bromeaba y charlaba constantemente y se pasaba bien. Mientras éramos pocos fue así y luego, bueno… fuimos muchos.

 

«Con mi primera tabla, febrero 1970». Foto: desconocido

 

Siendo uno de los pioneros del surfing, ¿cómo es tu relación con la historia del deporte y tu papel a la hora de hablar con el resto de los surfistas sobre el tema?

​Bueno, tal vez nadie en esa época era consciente de que un día todos seríamos parte de esta historia. Pero pasaron unos años y cuando volví a reinstalarme en el país en el 85 me encontré con que yo era un desconocido en un ambiente lleno de caras nuevas, sumadas en pocos años. Casi nadie tenía idea de quién había sido quién, ni como fue la historia antes de los 80.

Hablaba con clientes jóvenes que llegaban al taller y nunca habían oído hablar de Vispo, de Ariel, del muelle de Las Toscas ni de los campeonatos de Manantiales. Era lógico; todos los de aquel grupo inicial de Pocitos y el que le siguió de Las Toscas se desperdigaron por distintos motivos. Unos dejaron de lado el surf para dedicarse al estudio, profesión, familia, y no pocos emigramos. Hasta el mítico muelle había desaparecido.

En un tiempo sin redes electrónicas ni mensajes instantáneos, la tarea de difundir y preservar la historia local sólo podía hacerse a puro pulmón, en base al relato. Y esta tarea recaía en quienes tenían más contacto con los surfistas, como ser shapers, gente al frente de surfshops y cualquier referente conocido del ambiente. Un referente clave fue Fernando Bessega, quien también se reinstaló en el país en los 80, al tiempo que abría una modesta «Sunvalley» en un zaguán, y el primero a quien proporcioné tablas ya prontas. Coincidíamos en que se estaba perdiendo esa parte de la historia y me consta que cada cual desde su lugar hizo bastante para recuperarla.

Y trayéndolo a la actualidad, ¿cómo pensás que las redes sociales impactan en el mundo del surf y al deporte?

En 1998 empecé mis ensayos de paginas web en la extinta Geocities de Yahoo y en el 99 nacieron «Buscaolas», «Robertoshapes» y «Uruguay Surf», esta última como un sitio de información básica. Las mantuve durante 17 años hasta que dejé de publicarlas hace poco. Hoy en la web prácticamente no queda rastro de todo ese material que llevó años recopilar, ni siquiera sabiendo lo que se busca.

Para mi eso es lo más impactante.

Las redes siguen esta lógica: quien figura, existe… hasta que deja de figurar. Y así es como surgen «figuras», en base a miles de retweets o reproducciones o likes (que a su vez hasta pueden ser ficticios) sin pagar un peaje de años de camino forjado, por ejemplo.

Por otra parte, no tanto las redes pero la tecnología en sí ha cambiado el mundo del surf de maneras positivas.
Hoy es posible saber y ver como funciona todo, y aprender se ha hecho mas simple y accesible. Recuerdo las secuencias cortas de las revistas antiguas que nos dejaban con ganas de saber como se lograban las maniobras. Hoy es posible ver todo filmado desde cualquier ángulo imaginable, en cámara ultra lenta y en una definición espeluznante. Pero ojo, es el imperio de lo visual.

¿Cómo fue tu evolución como shaper? De donde se sacaba la información en una época sin internet. ¿En quién y qué te basabas?

La primera noción de shape (y plastificado) me la pasó Vispo, y después trataba de copiar lo que se veía en las pocas revistas que llegaban, que eran la gran fuente de información, básicamente. Hubo un buen avance cuando Ariel González y Carlos Pardeiro volvieron de Hawaii con tablas recién hechas, con diseño radical de bordes bien bajos y filosos. Y después en Brasil empecé a usar herramientas eléctricas, técnicas avanzadas y materiales buenos, como el mítico Clark Foam que usé por primera vez ahí.

 

«Esta es del día en que fui contratado por Homero Naldinho para shapear en su taller de Brasil, 1973, foto del mismo Homero».

 

Para hablar un poco del hoy. ¿Cómo es ser un shaper en Uruguay?

Cuesta arriba, y si no tenés guita o respaldo: más cuesta arriba. Después de tantas décadas de oficio tengo que seguir rindiendo examen siempre, todos los dias. El shaper yorugua la tiene difícil: todo le sale más caro porque casi ningún material se fabrica aquí, y a la vez se pretende que sus tablas sean de la misma calidad que las de afuera pero más baratas. Igual, ante dos tablas parecidas, una nacional y otra con logo de afuera, algunos eligen la “extranjera” aunque sepan que fue hecha acá. Eso es parte de una colonización cultural de la que nos cuesta salir.

¿Porqué pensás que el nombre de Roberto Damiani se asocia con los tablones, cuando fuiste el primer shaper en hacer tablas cortas en Uruguay?

Hacer un tablón es más difícil que hacer una tabla, por eso quien puede con un tablón también puede con una tabla. Distinto es si se dedica a un solo tipo de shape, lo que no es mi caso. Cuando empezaron a reaparecer los tablones en los 80, los primeros que llegaban de Brasil eran más bien tablas alargadas, sin líneas de tablón, finos y angostos, con mucho levante y en general con tres quillas de tabla. La mayoría de los shapers brasileros que empezaron en los 70 no tuvo contacto con tablones. A mediados de los 70, si de casualidad se veía algún tablonero en el agua en Brasil, seguro que vivía en otra órbita. Yo arranqué justo en la transición hacia la tabla corta, pero tenía bien presente el shape de tablón de tanto estudiar las revistas, y cuando me los empezaron a pedir y usar simplemente se corrió la voz, que era el Twitter de antaño.

 

En Hawaii con la leyenda Bill Hamilton y su perra surfera Saba. Foto: archivo personal

 

La charla entre shaper y surfista es fundamental para que salga una buena tabla. ¿Vos cómo manejas esto?

Bueno, la mayoría de las tablas que se venden en el mundo no son hechas a pedido por cada cliente, pero desde hace unos cuantos años prefiero trabajar así, directo con el que la va a usar, y en lo posible siguiendo el resultado. Cuando vuelve a hacerse otra ya tengo en su ficha la base desde donde trabajar, más su opinión, que es lo principal.

Debe pasar que la gente quiere un tipo de tabla, pero en realidad no es la adecuada para él. ¿Qué errores o preconceptos comunes ves que trae la gente para encargarse una tabla?

El primer gran error de muchos es pensar que la cosa está en la tabla, cuando en realidad todo pasa por el que la usa. Le das una puerta a un pro y la hace andar, y si se la das a otro cualquiera capaz que se lastima. En los 80, cuando las marcas gringas se convirtieron en empresas internacionales, “todo el mundo” usaba el modelo de tabla que usaran los ídolos del momento: Carrol, Curren, Potter, etc., que básicamente eran iguales: 6 pies, squash o round de tres quillas. En consecuencia, abundaban imitaciones de Town & Country, Channel Island, Ocean Pacific, etc., todas made in la vuelta. Por suerte dejamos atrás esa época de imitar hasta los dibujos y los sellos que usaban los pros (aunque algunos todavía siguen en esa), y hoy por hoy se ven tablas de todo tipo, forma, material y tamaño en el agua.

 

 

¿Qué países conociste a través del surfing y el shape?

Países conocí unos cuantos, estuve shapeando en Brasil, Argentina, Perú, Italia, España y Hawaii. Y por suerte, mientras el deporte estaba haciéndose conocer en el mundo, siempre había demanda por gente que supiera el oficio.
Imposible resumir experiencias y vivencias, pero si algo aprendí es que no tiene nada que ver ir a un lugar a trabajar a ir como turista. Ni siquiera te cruzas con las mismas personas, ves el mismo lugar con otros ojos.

¿Contanos sobre los personajes fuera de serie que conociste en esos viajes, como Homero en Brasil o Bill Hamilton en Hawaii?

Es que en el camino te encontrás algunos personajes que parecen salidos de algún cuento y a veces se dan situaciones de novela simplemente por estar ahí. Nunca hubiera imaginado estar junto a un shaper en hawaii, remolcando un tiburón de una tonelada para despanzurrarlo en alta mar y ver si todavía tenía adentro el brazo de una surfista. Y lo de Homero es como para hacer un libro sólo con anécdotas recopiladas entre los que lo conocimos. El auténtico genio loco.

 

«La tabla mordida es la que tenía Bethany Hamilton cuando la atacó el tiburón en esos días que anduve por Hawaii».

 

¿Cómo sigue esto? ¿Cómo ves el futuro del shape?

El shape pasó al campo digital hace años. Cualquiera puede armar una tabla en su pantalla y darle mil formas. Para convertir eso en una tabla real están las “máquinas de shape”, que aceleran la parte pesada del trabajo del shaper. La robótica también se apoderó del resto del proceso y ya hay fábricas automatizadas.

También se vislumbra poder imprimirnos nuestra tabla en casa, algo que ya se está haciendo por partes. Ahí se verán surgir cosas realmente fuera serie y es entonces cuando podría empezar la revolución de la tabla del siglo XXI.

¿Y dónde van a quedar los artesanos? Los shapers, laminadores, lijadores, pintores…

Y bueno, por suerte sigue habiendo gente que prefiere una tabla hecha de manera tradicional, una tendencia creciente que viene -cuándo no- de lugares donde ya están de vuelta de la masificación y valoran bien lo hecho a mano.